domingo, 26 de septiembre de 2010


Un thriller que apela al sentimiento desde sus compases iniciales. Funciona mejor la historia de amor silenciado que la trama policial, más tópica. Su director, Juan José Campanella, descarga el peso de la historia sobre el diálogo.


Seguir viviendo de los recuerdos o decidirse a olvidar para mirar hacia adelante y recuperar el tiempo perdido. Ese es el dilema de Benjamín Espósito, un jurista reconvertido en escritor tras su jubilación, un idealista que creía en la justicia, y también un enamorado “pánfilo” que dejó perder el tren de su vida. 


El director Juan José Campanella vuelve por sus fueros melodramáticos para ofrecernos en “El secreto de sus ojos”, una película muy “a la argentina” en la que juega con dos tiempos y dos realidades, la de la vida y la ficción: atrás queda la que investigó el protagonista en un caso de violación y asesinato, ahora revisada y ampliada cuando se dispone a escribirla como novela para rehuir sus fantasmas.


 Dos momentos y dos ejercicios de creación e indagación —muy buena la secuencia inicial de escritura de lo que podía ser su novela y que el espectador visualiza—, donde caben tantos finales como posibilidades ofrece la libertad o el amor en un ejercicio de compromiso complicado y duro, pero que hace que la vida no quede “llena de nada”.


En "El secreto de sus ojos" nos encontramos con un empleado de un juzgado que tiene que investigar la violación y asesinato de una joven casada. Aunque la película tiene mucho de investigación y no renuncia a los momentos en que el protagonista empieza a recordar lo que dijo éste y aquel y empieza a atar cabos (aunque algunos quedan le quedan un poco forzados como el argot epistolar), sobre todo se recrea en dibujar a unos personajes normales pero que rápidamente se hacen querer, a explorar sus relaciones. 


Pero insisto, no a explorarlas en plan cansino, sino a describir relajadamente como interactuamos entre nosotros. Todo esto con un asesinato de fondo. La relación que más gustará al público será sin duda la de amor, y no seré yo quién la critique, pues como todo lo que ha hecho Campanella, es preciosa, pero personalmente no me ha acabado de convencer la actriz, Soledad Villamil, lo que de ninguna manera resta mérito al conjunto. Es sólo que a mí no me ha llegado como el resto del reparto.


 Y eso que protagoniza una escena preciosa de despedida en un tren. Todo un clásico. Claro que también protagoniza con diferencia la peor de todo el filme: la del interrogatorio, más falsa que un duro de madera. El reparto aún así, magnífico. Todos recreando, sin hablar de ello, un momento complejo de la historia argentina, el terrorismo de estado, como han sido muchos en el pasado siglo. Y al mismo tiempo homenajeando al género, con su ayudante borrachín, como tiene que ser. Humor tampoco le falta a la película.


ESTEFANI VIEYRA RIVAS

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