La provocación es un arte y no hay duda que es uno de los que domina Luis Estrada. Esta nueva entrega de lo que algunos consideran incluso como trilogía, demuestra que el humor negro y la crítica ácida son una inusual combinación que cuando esta bien lograda, resulta poco menos que demoledora.
Si con La Ley de Herodes Estrada hacía una caricatura tragicómica del origen de nuestra clase política posrevoluciornaria, en Un Mundo maravilloso, acusaba su transformación en un conjunto de tecnocrátas rapaces e insensibles. Pero en esta ocasión, Estrada dirige la mirada a la condición que permite que fenómenos como el narco se encuentren desbordados y fuera de control: la corrupción en todos lo niveles sociales posibles. Un escenario desolador que solamente deja de serlo mientras es abordado con un impecable sentido de la ironía y el humor negro, que dicho sea de paso, conocemos y esperamos en cada trabajo de Estrada. Y creo que en este sentido son dos tipos de crítica las que pueden hacérsele a este trabajo, una la que tiene que ver con lo que aporta a la crítica y debate público contemporáneo y otra la que tiene que ver con la cinematográfica.
La película maneja, incluso, un proceso de bestialización en el seno de los mismos narcos, que de suyo eran retratados, en los desplantes del capo don José Reyes (Ernesto Gómez Cruz), como patriarcas que sustentan el bienestar familiar y social en la matanza y la tortura (el destazamiento a cuadro del Cucaracha), pero que serán rebasados por los nuevos sicarios (Dagoberto Gama y Noé Hernández), que llevan el ritual de la decapitación, ejecutan con velocidad inhumana y hablan en algún dialecto prehispánico. Retrata un México que fue, es y seguirá siendo un país de corrupción, sin embargo le pone fecha, “el año del bicentenario”, en palabras del director “parecería que la película fue escrita ayer, filmada hoy y estredana mañana”
El cine con muchos matices políticos encontramos a veces una pérdida del lenguaje para tratar de impregnar al público con ideas partidistas, mientras que el cine mexicano siento un uso excesivo de lugares comunes donde intentan tomar temas como la pobreza, el narcotráfico, los migrantes, la corrupción, etc. como pretexto para poder contar una historia. Sin embargo “El infierno” logra juntar todos estos puntos convirtiéndose en una película que por el contrario, se crea como pretexto para denunciar a todo un país, es una “película-manifiesto” que se entrega directamente a los gobernantes, a los narcotraficantes y a todos los mexicanos para hacer algo, ¿acaso hay mucho que festejar con 200 años de una independencia que nos permite autodestruirnos?”, ¿o es quizás que festejamos 100 años de la revolución y dan las suficientes motivaciones para hacer otra?, y si “el infierno” es desde ya, una simple ficción, es porque la realidad nos pesa aun mas, espero que la vean y hagan ojo crítico, es directamente la contraparte hacia producciones como “Hidalgo – la historia jamás contada” o los cientos de cortometrajes, largometrajes y productos audiovisuales en los que el gobierno ha gastado millones de pesos en los últimos años para hacernos creer lo fantástico de su exuberante show para los festejos patrios, es aquí donde vemos como un solo buen producto puede desmitificar tajantemente todo un plan mercadológico, para así ampliarnos la visión cual si fuera una antorcha que se había estado buscando.
Estefania Vieyra Rivas.
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